En lo alto del pequeño pueblo de Luriezo, en el valle de Cabezón de Liébana, se alza silenciosa una pieza de piedra que ha sobrevivido casi dos mil años: la estela cántabro-romana. Es un testimonio de frontera —entre lo indígena y lo romano, lo sagrado y lo cotidiano— y un símbolo de identidad para quienes habitan estas montañas.
Un legado tallado en piedra
Esta estela, probablemente de época altoimperial, muestra motivos geométricos y solares asociados a creencias de tránsito, memoria y protección. Su talla, sobria y precisa, conecta con otras estelas del norte peninsular, donde lo cántabro dialoga con lo romano.
Contexto: Liébana, valle de umbrales
Liébana fue (y es) lugar de paso entre la costa y la meseta. Por aquí circularon pastores, comerciantes y tropas. La estela recoge parte de esa circulación de ideas y símbolos.
Cómo visitarla
- Ubicación: Luriezo (Cabezón de Liébana). Desde la plaza, un breve paseo ascendente.
- Recomendación: luz suave de mañana o última hora para apreciar relieves.
- Respeto: es patrimonio; no subirse, no frotar ni calcar directamente.
Lectura simbólica
Los motivos solares y geométricos evocan ciclos, protección y el vínculo entre mundo humano y trascendente. Su presencia, a la vista del pueblo y del valle, funciona como marca y como memoria.
Una estela para compartir
Más que una piedra antigua, es un relato que sigue creciendo con quien la mira. Visitarla es entrar en conversación con Liébana: con su historia, su paisaje y su gente.